sábado, 13 de junio de 2009

LA FALTA DE COMUNICACION: EL GRAN OBSTACULO ENTRE EL ESTADO PERUANO Y LOS NATIVOS

Los violentos enfrentamientos en la selva peruana, que dejaron el trágico saldo de 33 muertos, entre policías y nativos, pudo evitarse si es que el Estado hubiera tenido una mejor comunicación con las comunidades indígenas, que jamás comprendieron los alcances de los decretos legislativos 1090 y 1064, que finalmente desencadenaron la masacre en la Amazonía.
Un panel de especialistas en el tema indígena coincidió en asegurar que los canales diálogo entre el Estado y los nativos son pobres, ya que (tal como lo reconoció el propio premier Yehude Simon) se trató de solucionar el conflicto desde Lima, en lugar de buscar en diálogo en las propias comunidades amazónicas. Al respecto, el antropólogo Romel Plascencia, coordinador del Departamento de Antropología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, explicó que las comunidades indígenas son pueblos altamente organizados, por lo que no se puede decir que existe una manipulación extranjera sobre ellos. "Ellos buscan estar incluidos en el país", apuntó, tras considerar que el Gobierno debe asumir su responsabilidad por los errores cometidos. "No se puede hablar de posturas hegemónicas. Hablar de manipulación internacional, me parece una postura confrontacional.
"Siempre se piensa que hay conspiración, eso es escapismo y no asumir responsabilidades", agregó.
En tanto, el psicólogo social Jorge Yamamoto lamentó que el Estado no haya buscado especialistas en el tema indígena para poder entender su cultura y, así, evitar que se rompa el diálogo, lo que desencadenó la violencia."No había herramientas para entender la psicología indígena.
"Los peruanos no conocemos el Perú, pero hay académicos que conocen la ideología. No es que no existan técnicos, sino que no son consultados", consideró el especialista.
El doctor César Guzmán Barrón, director del Centro de Análisis y Resolución de Conflictos de la Pontificia Universidad Católica del Perú, advirtió que el Estado confundió los conceptos de territorio y propiedad, que, para la cosmovisión indígena, son incompatibles entre sí.
"Hay que conocer la diferencia entre territorio y propiedad. El territorio abarca el lugar donde los indígenas se desarrollan. Por ende, cuando el Estado busca titular su territorio, ellos sienten que lo no titulado no es suyo, sintiéndose amenazados", explicó el experto.
Por su parte, el ingeniero Gustavo Suárez de Freitas, del Ministerio de Agricultura, reconoció que hubo confusión entre territorio y propiedad y estimó que en las próximas reuniones con los indígenas, se debe tener en cuenta esta diferencia para iniciar negociaciones. (FUENTE: RPP) FOTO: TELERSAT BAGUA: Instantes en que la policia nacional arroja bombas lacrimogenas en la zona de la Curva del Diablo y El Reposo durante los lamentables hechos del pasado 5 de junio

VERDADES Y MENTIRAS

Por : Cesar Hildebrandt
El deber de los periodistas es decir la verdad. Si la prensa no dice la verdad, ¿para qué sirve?¿Para cantar yaravíes? ¿Para construir mitos?Si los periodistas no dicen la verdad sino que alientan el rumor, ¿en qué se convierten?¿En ideólogos? ¿En extras de una película? ¿En aprendices de Cabrera Infante?Y las televisiones, las radios y los periódicos que se acostumbran a no decir la verdad, ¿qué son?¿Parte de una trama del entretenimiento? ¿Fichas de damas chinas? ¿Cajas de resonancia? ¿Norcoreanos adoptivos? ¿Pinochetistas de corazón?A estas alturas algún bloguero con uno de esos egos inflamados montados en un mototaxi podrá preguntar, con toda razón y mala leche a la vez:¿Y qué es la verdad? Solemne pregunta.
Pero como aquí no hablamos de la Verdad con mayúsculas –aquella que Hegel llamó alguna vez Dios-, ni de la Verdad científica –aquella que Heisenberg terminó de descuadrar desde la física cuántica-, entonces la respuesta no tiene por qué ser solemne.En periodismo, la verdad es lo que más se parece a lo que ha sido.
O sea que no puedes “contar” lo que no está documentado, lo que no ha sido confirmado por varias fuentes a la vez, lo que no se sostiene en testigos calificados, lo que viene de la difamación colectiva o del recurseo político.Albert Camus le hace decir a un personaje de “La peste” esta frase genial: “Siempre hay un momento en la historia en el que aquel que se atreve a decir que dos y dos son cuatro es condenado a muerte”.¡Eso exactamente, sin ínfulas ni academicismos! Dos y dos son cuatro. Y cuando uno cuenta cadáveres, el rigor debe ser tan extremo como el que estira aquellos pobres cuerpos.
Por ejemplo, la Defensora del Pueblo –a quien nadie puede acusar de proaprismo- reunió a la prensa extranjera para darle las cifras que la Defensoría ha recogido en Bagua: 33 muertos, 23 de ellos policías, 10 civiles (eran nueve, pero uno de los heridos falleció hace pocas horas). ¿Desaparecidos? Un agente de policía. De los diez civiles muertos por disparos policiales, cinco eran nativos. Y de los 240 heridos, la mitad es por arma de fuego. 31 de esos heridos son policías.Saldo trágico, por supuesto.
Recuento que mancha otra vez de sangre las manos de Alan García –sobre todo si pensamos que los policías fueron conducidos a una emboscada por la incompetencia criminal de sus jefes-.Pero aunque terrible y doloroso, ese saldo no se parece mucho a la innumerable montaña de cadáveres que algunos pintan para deleite de la imaginación y sonrojo del periodismo.A las cifras de la Defensoría, se añade el comunicado de ayer del Instituto de Defensa Legal (IDL), que reconoce “el asesinato de 34 compatriotas –policías y nativos-...” y cuyo último párrafo deshace, por ahora, la inflación cadavérica de algunas prensas:“Por el momento los organismos de derechos humanos que hemos estado en la zona del conflicto no tenemos elementos para afirmar ni negar que murieron más nativos o civiles de los informados oficialmente.
De haberlos, tarde o temprano se sabrá, pues la verdad siempre se abre paso, como sucedió durante los años del conflicto armado interno en los que los organismos de derechos humanos tardamos varios años en demostrar la inocencia de personas que habían sido injustamente acusadas y sentenciadas por terrorismo”.
Lo dice el IDL, acusado por la prensa sanchecerrista de “caviar”, rosáceo y antipatriótico. Y lo dice como un homenaje a la seriedad, al rigor informativo y a su propia y bien ganada reputación.No sé en dónde leí alguna vez que la verdad es paciente pero que la mentira siempre está apurada. Ese concepto coincide con aquella idea romana, atribuida a Aulio Gelio, de que la verdad es hija del tiempo: “Veritas filia temporis”. Es decir, la verdad es lo que queda después de las batallas. La verdad, además, es bella como una buena hembra. Está allí y ni siquiera hay que inventarla. ¿Por qué no preferirla?